Durante las primeras semanas de este año, continuó preocupando grandemente al CICR el destino de las personas desplazadas en Angola, tanto más cuanto que su labor destinada a proporcionar una ayuda alimentaria a las víctimas de la situación conflictiva se vio seriamente obstaculizada, tanto por la inseguridad de los transportes como por la imposibilidad de obtener por parte de las autoridades angoleñas un asenso de principio que le permita trabajar según sus criterios habituales. Para reanudar normalmente sus programas de asistencia, el CICR presentó sugerencias concretas al Gobierno de Luanda (principalmente durante la misión efectuada, a finales de 1983, en Angola, por el delegado general del CICR para África) y a los dirigentes de la « Cruz Roja Angoleña ». Lamentablemente, hasta finales de febrero, no se había dado curso a ninguna de esas propuestas.